Paramos nuestra tarea principal de este momento consistente en crear el Blog del Alumnado y hacer nuestro Edmodo de la clase, para introducir un nuevo texto para analizar entre todos en el ámbito de la asignatura de Ciudadanía.
El otro día dedicamos una clase a analizar que eran las expectativas, las propias y las ajenas, y como éstas podían jugarnos una mala pasada si no eramos capaces de ser reflexivos y tener clara nuestras ideas y objetivos, para lo cual era fundamental tener un buen autoconocimiento de uno mismo.
Pues hoy, leeremos un texto sobre los problemas, que muchas veces nos auto-imponemos y que nos limitan... ¿Cual será ese origen de tantos problemas?
Espero que la lectura sea tan productiva como la anterior.
Tras la lectura deberás dedicarte un tiempo para pensar en la lectura y tras hacerlo, con calma, plasmarás tu opinión en el siguiente muro que he preparado, compartiendo la información con el resto de la clase.
Si somos honestos y nos lo tomamos en serio, podemos aprender mucho de nosotros mismos y de nuestros compañeros.
Para ver el Muro en pantalla completo pincha aquí
Pero antes de nada, aquí tenéis la lectura!!! (Es una lectura difícil, de un nivel alto, pero estoy convencido que entre la colaboración y matizaciones de todos será pan comido)
Todos llevamos un yo
interior que nos marca unas pautas de comportamiento
Hay que saber
controlarlo, ya que muchas veces nos puede jugar una mala pasada
Desde
la niñez vamos construyendo una identidad inventada, que a la larga será la
causa de algunos conflictos personales. Ese falso yo recibe el nombre de ego.
Una especie de segunda identidad que nos hace difícil saber quién somos en
realidad y de dónde proceden nuestros problemas.
Todas
las relaciones personales: familia, amigos, pareja y trabajo… se ven sacudidas
por conflictos, más grandes o más pequeños, de forma recurrente. A veces,
cuando una relación parece ir bien, otra empeora. Las relaciones entre las
personas se convierten
en una montaña rusa de altibajos, avances y retrocesos. Nunca parece que
vayan a arreglarse definitivamente del todo. Siempre el mismo tipo de
conflictos, la vida se hace difícil.
Y
en ese punto, las personas suelen decir algo así como que “las relaciones son
difíciles”, cuando en verdad es quien hace esa afirmación quien es difícil. Tal
vez las personas no necesiten ninguna reparación, pero sí deban examinar y
cuestionar sus comportamientos y creencias gobernadas por el ego. Estas no
son, sin embargo, la causa del sufrimiento, sino que son la espoleta que activa
un dolor antiguo, un conflicto no resuelto que ya estaba ahí.
Debería
llamarnos la cantidad de dolorosos conflictos judiciales en los que desembocan
muchas relaciones de pareja, metidas en una
espiral de amor-odio, pasando del todo a la nada en función
de si la otra persona cubre ciertas expectativas o no. Si lo hace, la amará; si
no lo hace, la odiará. Son relaciones que no tienen nada que ver con el amor
real, sino con una necesidad, una carencia, un apego o incluso una adicción.
La
adicción en las relaciones personales consiste en el
uso de personas para cubrir un vacío o un dolor. Cuando dos personas
se encuentran en ese inseguro terreno, todo lo que siga está condenado a crear
una mala experiencia: una crisis de pareja. Sin embargo, esta podría darse por
buena si conduce a una mejora: es la oportunidad perfecta para corregir las
manifestaciones del ego desde la práctica en el día a día.
Para
definirnos recurrimos al uso de referencias externas convencionales o
etiquetas. A la mente le gusta poner nombre a todo para tratar de comprenderlo.
El ego es una autoimagen que se basa en identificaciones tales como: un nombre,
una edad, un estado civil, un rol familiar, unas posesiones, una nacionalidad,
un pasado, una profesión, unas creencias, un cuerpo, una educación, una
religión, un sexo, unos logros y fracasos… Todos los egos en realidad son
iguales, ya que consisten en una identificación, y por tanto solo se
diferencian en la superficie, pero no en el fondo. Las personas nos acabamos
contando una historia, y quien se apegue más a la suya será quien sufrirá más,
porque será incapaz de vivir de otra manera.
Albert
Einstein
El
autoengaño tiene muchos nombres. Al ego se le conoce también porautoimagen,
yo construido, falso yo o yo fabricado, pero en realidad no importa el
nombre, sino darse cuenta de que se trata de una creación mental. Una falsa
identidad no real. Es importante que detectemos cuando esta está en activo.
Esto pasa cuando nos suceden cosas como querer tener razón a toda costa,
quejarse y sentirse víctima, ser incapaz de perdonar, juzgar y etiquetar a las
personas, atacar o defenderse de comportamientos, reaccionar impulsivamente,
establecer diferencias… Por otro lado, cuando desactivamos el ego perdemos
interés por discutir, competir, agredir, criticar, estar a la defensiva,
juzgar… Esto no significa que seamos pasivos, sino que habremos elegido antes
que nada la paz mental en toda situación, algo que solo se consigue siendo muy
activo (tomando elecciones sabias) y no lo contrario (reaccionando como un
autómata).
El
peligroso juego del ego consiste en crear una identidad por identificación. Una
vez creada, se buscan las diferencias con otros egos. Cuanto mayores son estas,
más grandes son los problemas potenciales que surgen del conflicto, en una
estúpida cruzada por defender las supuestas diferencias. Una lucha inútil, pues
del conflicto de egos la única consecuencia posible es el sufrimiento
psicológico. Además, al ego le gusta crear un molde para sí mismo y otro para
aquel con el que se cruce. Si los demás se ajustan a él, los amará; en caso contrario,
los odiará.
Pero
el juego preferido del ego es tratar de cambiar a los demás, sin esforzarse por
cambiar uno mismo. Un proverbio chino dice: “Es más fácil variar el curso de un
río que el carácter de una persona”. Así es, y sin embargo, una y otra vez se
vive en la ilusión de hacer pasar a los demás por los guiones que hemos
inventado para ellos, como si alguien pudiera saber qué es lo mejor.
Renunciar
a la posesión imaginaria del constructo mental que es el ego no es sencillo.
¿Cómo desprenderse de una identidad forjada a lo largo de toda una vida? Parece
como una pequeña muerte, y en realidad lo es, pero servirá para renacer a una
nueva vida libre de apegos y aversiones, y por ello más feliz.
Hay
muchas técnicas y teorías sobre cómo acabar con el ego, pero tal vez la menos
conocida sea matarlo de aburrimiento, no haciéndole caso. ¿Y cómo se hace eso?
Dejando de reaccionar desde el ego a los otros egos, no saltando a la mínima
provocación o reaccionando mecánicamente. Se trata de dar una respuesta elaborada
y elegida, sin darle el micro o el protagonismo a esa vocecita parlanchina y
engreída que hay dentro de cada uno y que siempre busca líos.
El ego es como tu perro. Este tiene
que seguir al amo y no al revés. Hay que hacer que el perro te siga. No hay que
matarlo, sino domarlo
Alejandro
Jodorowsky
El
final de los problemas es no reaccionar al ego de las otras personas. Pero,
¿cómo no hacerlo ante un comportamiento desagradable? Es sencillo de decir,
aunque no fácil de hacer. La clave está en comprender que su comportamiento
disfuncional está dictado por su ego. Que no procede de la persona en sí, sino
de sus condicionamientos adquiridos en el pasado. Y entender que todos llevamos
un ego a cuestas, y que todos sucumbimos a sus desvaríos de vez en cuando…
Tener en cuenta todo esto ayuda a comprender (aunque no justificar)
comportamientos disfuncionales y, por tanto, a no reaccionar ante ellos.
‘UN NUEVO MUNDO, AHORA’, DE
ECKHART TOLLE
“La mayoría de la gente
está tan completamente identificada con la voz de su cabeza que podríamos
describirla como poseída por su mente. Eso es la mente egótica. La llamamos así
porque hay un sentido del yo (ego) en cada pensamiento, en cada recuerdo, interpretación,
opinión, punto de vista, reacción y emoción. En la mayoría de los casos, cuando
se dice yo, es el ego el que habla. Este consiste en los pensamientos, las
emociones y los recuerdos que constituyen una historia. Todo ego trata de
proteger esa historia, lucha por agrandarse, y para sostener la idea del yo
necesita la idea opuesta de el otro. El yo conceptual pero no real no puede
sobrevivir sin el otro conceptual y también irreal”.
El
contexto donde los egos suelen entrar en conflicto son las relaciones de todo
tipo: familiares, sociales, profesionales y de pareja… Uno podría pensar que
cambiando las relaciones se soluciona el problema. Pero no es así. Eludir las
relaciones no es la solución, ya que el dolor sigue latente en el inconsciente.
Sin duda, el problema reaparecerá, esta vez en otro lugar, en otro momento y
con otra persona. Solo resolveremos estas cuestiones si dejamos de juzgar y
criticar, si aceptamos a los otros tal y como son, sin ningún deseo de
cambiarlos, ni siquiera por su bien.
Ralph Waldo Emerson
Alvaro Oliver Tutor PCPI Colegio Antonio Gala
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